viernes, 3 de noviembre de 2017

¿Escuchamos?

¿Hemos de callarnos cuando se nos atiende mal?

¿Por qué nunca está el encargado, el jefe o el dueño?

Cuando le dices a algún empleado que por favor quieres hablar con el dueño, te mira como si vinieras de otro planeta y enseguida te dice: “no sé si está”, o, “no ha venido todavía” o alguna cosa que te suena a excusa barata.

Si los encargados, jefes o dueños de los negocios donde se da un servicio al cliente estuvieran más por la escucha, de la misma manera que por las muchísimas tareas que les producen mucho estress al final del día, se darían cuenta de muchas cosas. Aprenderían muchísimas cosas. Entre ellas:
  • ·        Qué clase de personas son sus clientes. Y una vez que conocieran a sus clientes estarían en disposición de al menos intentar satisfacer sus necesidades.
  • ·         Qué clase de personas son sus empleados. Y una vez que les conocieran estarían en disposición de saber cuáles son esas herramientas que les faltan para atender debidamente a los clientes.
  • ·         Qué clase de productos están ofreciendo. Y una vez los conocieran estarían en disposición de saber cuáles son sus características principales, cuales están bien, mal, regular. Cuales gustan más o menos.

Si los encargados, jefes o dueños no dan la cara, no llegan a conocer el alcance de sus aciertos y sus errores. No tiene más perspectiva de juicio que el dinero de la caja y las causas de su mayor o menor importe pueden ser errores de juicio muy importantes.

La calidad de servicio, pasa por cometer errores en la atención al público, sin duda. Hay un margen de error asumido y perdonado por los clientes. Pero cuidado. Los errores deben conocerse, gestionarse en su justa medida y sobre todo evitar que se vuelvan a cometer o el servicio, mejor dicho la calidad de servicio se deteriorará y ese es el primer indicio de fracaso del negocio.

Señores encargados, jefes, dueños de establecimientos, tengan en cuenta la opinión de sus clientes. Será el mejor indicador del éxito de sus negocios.

No dejen sus negocios en manos despreocupadas, desconocidas o poco fiables. Ayuden a sus empleados a ser más profesionales sobre todo atendiendo a esos clientes que no son fáciles de complacer. Son éstos clientes los que necesitan más cuidado, porque los clientes que nos son afines, no suelen traicionarnos, pero los que no están de acuerdo con nosotros pueden hacernos un daño irreparable si deciden airear problemas no resueltos y hacernos una mala publicidad del negocio.

Vigile siempre como gestiona su establecimiento las quejas de sus clientes. Por el buen nombre y el futuro de su empresa.





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