jueves, 6 de agosto de 2015

LA SONRISA en la Atención al cliente (III)

¡Hola!

¿Por qué los empleados no visten una sincera sonrisa? 
Yo me lo he preguntado muchas veces. Y son muchas las respuestas. Supongo que tantas como empleados, porque cada uno NO SONRÍE por un motivo distinto. El suyo, personal e intransferible.

A esa pregunta podemos responder con generalidades: porque trabajan muchas horas, porque les pagan poco, porque no les valoran, porque se esfuerzan y  no les dan ni las gracias, etc. En muchos casos es por eso. Si. Lo que dice la mayoría es casi siempre verdad. Pero ¿La mayoría trabaja para usted? ¿En su negocio? ¿Cuántos empleados tiene usted? ¿Se ha parado a pensar porqué no sonríen?
¿Cree usted qué si les preguntara a cada uno de ellos porqué no sonríe, le contestarían qué porque se sienten mal pagados, explotados, ninguneados o invisibles? Algunos de sus empleados le contestarán eso, pero muchos otros no. Si LOGRA que le digan la verdad, obtendrá respuestas que le sorprenderán. ¿Por qué esa manía de no escuchar a sus empleados? ¿Por qué no les pregunta?
Se lo diré. Porque el primero en NO VALORARLOS es usted. Y ellos en contrapartida no le valoran a usted y no le responderán con verdades, sino con medias verdades y cuando usted se de la vuelta le pondrán a caer de un burro. A su empresa y a usted. Sí, señor, o señora.

Es cuestión de CONFIANZA. De confianza mutua. De RESPETO (otra vez la palabrita). Es cuestión de SENSATEZ.

Hay muchos empleados que no valoran el esfuerzo que hace un empresario para sacar un negocio adelante. No tienen claro que el empresario CREA empresas. CREA riqueza. CREA empleo. ARRIESGA su dinero, su patrimonio. NO DUERME muchas noches pensando en cómo seguir adelante. Se rodea de expertos que le ayuden a MEJORAR su negocio, a ahorrar costes, a obtener beneficio. Y muchas de estas cosas, el empleado no es consciente de ellas. Y cree que porque alguien tenga una empresa ya es rico y solo tiene obligaciones para con sus empleados. ¿Y sabe por qué no es consciente de ellas?  Porque NADIE, NUNCA se las ha explicado bien. Porque tal vez no tenga claro que la finalidad de un negocio es dar beneficios. Es simple, pero tal vez no lo sepan.

¿Cuántos de nosotros en el colegio hemos sido formados en el respeto a nuestros padres? ¿A nuestros mayores? ¿A nuestro entorno? ¿A nuestras empresas?
¿En alguna clase de su colegio, alguien les habló alguna vez del respeto en general?

En España somos un país de LISTOS. Todo lo sabemos mejor que nadie. Los empleados sabemos mejor que nadie lo que es bueno y mejor para nuestra empresa (¿Qué puñetas nos tiene que decir el jefe?). Los jefes sabemos absolutamente todo lo necesario para llevar nuestro negocio (¿Qué puñetas ha de decir nuestro empleado?) Y así vamos alimentando lo que yo llamo la CULTURA de la DESTRUCCIÓN. Siempre todo es un asco, todo es una mierda, y finalmente todo me importa un carajo. Si el jefe no está, ¿he de cuidar yo esto? Si un cliente se queja, ¿he de ser yo el culpable?, total para lo que me pagan…
¿Les suena todo esto?

Si los empresarios son los que crean trabajo ¿Por qué no se les valora lo suficiente? 
Si lo empleados son los productores de ese trabajo, ¿Por qué no se les valora lo suficiente?

Yo les contesto:  Porque NO se CUIDAN MUTUAMENTE.

Y, ¿quién empieza a cuidar a quién?

Da igual quien empiece pero hay que empezar.

Para servir o atender al prójimo se necesita vocación. No hay mejor profesional que el que siente verdadera vocación por su trabajo. Si esto fuera así, muchísimos trabajadores dejarían de quejarse de sus jefes, de sus salarios, de sus lugares de trabajo, de lo mucho que ellos hacen por la empresa y lo poco que sus jefes lo agradecen, de que no es su departamento el que falla, de que no son ellos los que se han equivocado, de que son sus compañeros los que cometen errores, y todas las demás quejas y excusas que ustedes quieran y que habrán no tal vez dicho, pero seguramente si oído en más de una ocasión.
Los jefes verían que desempeñan bien la  labor. Que le ponen ganas y entusiasmo y ellos también pensarían que merece la pena invertir en el local, en la materia prima, en el detalle, en el cliente y en el trabajador. O tal vez no, pero el empleado sabría que hace bien el trabajo y no hay nada como el trabajo bien hecho. Porque además independientemente del jefe que toque, podrían  desarrollar ese buen trabajo en cualquier otro sitio, hasta dar con ese jefe que reconozca la valía real de un buen empleado. 
Y ese día empleador y empleado serán felices. El jefe habrá conseguido dormir mejor y el empleado se sentirá bien y no echará por tierra todo lo que tenga que ver con su empresa y/o lugar de trabajo sino que lucirá esa sonrisa que es tan necesaria para él y los que le rodean sean compañeros, jefes o clientes.

Si nosotros no cambiamos, el mundo no cambia.

¿Podemos llegar a entendernos?

Déjenme decirles a ambos empleadores y empleados que existe un camino para llegar a ese entendimiento, a esa escucha productiva, a ese cuidado mutuo. ¿Saben cuál es ese camino?

La FORMACIÓN. Hay que saber ser buen empleado y hay que saber ser buen jefe. Y como  nadie nace sabiendo… hay que aprender. 



Ayúdense mutuamente a SONREÍR. ¡Ay, esa sonrisa…!


Allá ustedes si echan en saco roto lo que les digo.


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