Quiero entrar un poco más en
profundidad sobre ese pecado capital que se comete en la atención al cliente y
del que ya hablé en la entrada de la semana pasada.
La apatía es un mal muy
importante que si una persona lo padece, debe tenerse muy en cuenta y no ser
tomado a la ligera.
Una persona apática se comporta
de forma que el cliente le importa muy poco. Esto es un gran problema si se gana la
vida frente al cliente y en cualquier puesto que le corresponda, en una tienda
vendiendo, de cajera en un supermercado, de comercial, de funcionario, etc.
etc. hay millones de puestos en los que se ha de atender a un cliente.
Si usted
demuestra que el cliente no le preocupa lo más mínimo y no hace nada por mejorar,
aténgase a las consecuencias.
Pero la apatía también puede
demostrar una absoluta despreocupación por el trabajo. Da igual si se hace
bien o mal. Si está listo en el momento preciso o no. Si se hace o no se hace. Si es así, sus
movimientos serán lentos, ya que el trabajo se le hace muy pesado.
Tal vez esta
forma de comportarse provenga de que ese trabajo sencillamente no le gusta. Le
amarga la vida, por muchas razones, es monótono, falto de promoción, agotador,
humillante, etc. Tal vez sea porque no
soporta a sus jefes, o a sus compañeros, o que no encuentra esa atmósfera
agradable donde poder ser usted mismo. Estudie a fondo si tiene esa sensación
porque cambiarla está en su mano.
Si usted demuestra una absoluta
despreocupación por el trabajo y no hace nada por mejorar, aténgase a las consecuencias.
Y el tercer punto de vista de la
apatía es que usted puede demostrar un abandono de su persona. Una
despreocupación por usted mismo que puede llevarle a una falta de cuidado
personal. Y eso, frente a un cliente es la guinda al pastel. Su aspecto dejado,
indolente, sucio será tomado como un insulto, será molesto para el que esté a
su lado y pocas personas querrán estar cerca de usted. Vista como quiera, sobre
gustos no hay nada escrito. Vista según la empresa le requiera. Durante el
tiempo que trabaje deberá obedecer las reglas. Pero bajo ningún concepto no se
lave, no cuide la limpieza de sus uñas, de su pelo, de su atuendo, de su olor
corporal. Si usted se abandona, y no hace nada por mejorar, aténgase a las
consecuencias.
No abarque el cambio o la mejora
como un todo enorme que no podrá modificar. Vaya poquito a poco. Ganando
batallas. Hasta que gane la guerra contra la apatía. Venga de donde venga. Si
lo hace, las consecuencias serán magníficas para usted.
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