¡Hola!
En mis escritos sobre calidad repito muchas veces que defiendo la idea de calidad humana mezclada con esa calidad profesional que es tan necesaria para desarrollar un buen
trabajo.
En la atención al cliente, hilo
conductor de mi blog, pongo sobre el tapete esa condición humana que no puede
dejarse en casa cuando uno va a trabajar. Somos personas al servicio de personas. Es la pura verdad. Y lo olvidamos
demasiado a menudo.
¿Nos dejamos la amabilidad en
casa? ¿Salimos por la puerta y decimos: venga, vamos a crujir al que se nos
ponga por delante”?
¿No sabemos ser amables? ¿Sabemos
que significa ser amables? ¿Somos amables? ¿Por qué no somos amables? ¿No le
vemos la ventaja a ser amables? Y así estaría hasta mañana haciéndome preguntas
sobre la amabilidad. ¿Ustedes se las hacen alguna vez? ¿Alguien ha tenido la
valentía de decirles a la cara que no son amables y han reaccionado de forma
humilde pensando que deben mejorar ese aspecto de sus vidas?
Se nos da muy bien CRITICAR. A los demás. Pero a nadie le
gusta que le critiquen y menos a la cara. Reaccionamos mal a esas críticas y
tendemos a menospreciar inmediatamente a la persona que nos criticó. “Pues anda
que tú…” “Qué sabrá ella si es…” “Mira quién fue a hablar...” y así siempre.
Qué grave error no pararnos a pensar qué cantidad de verdad puede haber en esa
crítica.
Ser amable significa SER DIGNO DE SER AMADO. ¿Lo sabían? Figúrense. Es contundente. Es
precioso que le digan a uno “usted es amable” porque significa: usted es digno
de ser amado. ¡Guau! Pero esto pocas
personas lo saben. Decimos amables y usamos sinónimos de la palabra amable: agradable, servicial, gentil,
afable, etc.
En la atención al cliente la
amabilidad es fundamental. Pero, OJO,
si no la practicamos en el entorno normal de nuestra vida, será muy difícil que
la pongamos en práctica en nuestro entorno profesional. Si no le decimos a
nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros padres por la mañana un sencillo “buenos días”, no se lo diremos al
conductor del autobús, al portero del edificio, o al compañero de trabajo. Y
nos costará Dios y ayuda decírselo a los clientes. Un “hola” no es un saludo amable. Es un hola, sin más. Agradable, si,
pero incompleto.
Luego está la versión de “si el
jefe no dice buenos días, yo no lo voy a decir” “Si la vecina no saluda, yo no
saludo”, “si el conductor del autobús es antipático, no me molesto en saludar”.
Etc. Etc.
Romperíamos todas las barreras si empezásemos nosotros a
saludar sin esperar saludos de nadie. No es ciencia ficción, funciona. Solo
hemos de ser pacientes y ver como tarde o temprano los muros caen. Siempre digo
que con que uno de los que no lo hacían
habitualmente salude, ya se habrá ganado la batalla.
Empecemos nuestra lección de
amabilidad saludando. Quedan muchas más acciones, que la expresión “ser
amables” trae consigo, pero de esas hablamos en otras entradas. Pongamos en
práctica esta primera y veamos los resultados. Vamos a conseguir ser dignos de
ser amados. ¿No es un OBJETIVO
magnífico?

No hay comentarios:
Publicar un comentario