jueves, 8 de octubre de 2015

VALORES DE CALIDAD.- LA AMABILIDAD I


¡Hola!

En mis escritos sobre calidad repito muchas veces que defiendo la idea de calidad humana mezclada con esa calidad profesional que es tan necesaria para desarrollar un buen trabajo.

En la atención al cliente, hilo conductor de mi blog, pongo sobre el tapete esa condición humana que no puede dejarse en casa cuando uno va a trabajar. Somos personas al servicio de personas. Es la pura verdad. Y lo olvidamos demasiado a menudo.

¿Nos dejamos la amabilidad en casa? ¿Salimos por la puerta y decimos: venga, vamos a crujir al que se nos ponga por delante”?
¿No sabemos ser amables? ¿Sabemos que significa ser amables? ¿Somos amables? ¿Por qué no somos amables? ¿No le vemos la ventaja a ser amables? Y así estaría hasta mañana haciéndome preguntas sobre la amabilidad. ¿Ustedes se las hacen alguna vez? ¿Alguien ha tenido la valentía de decirles a la cara que no son amables y han reaccionado de forma humilde pensando que deben mejorar ese aspecto de sus vidas?

Se nos da muy bien CRITICAR. A los demás. Pero a nadie le gusta que le critiquen y menos a la cara. Reaccionamos mal a esas críticas y tendemos a menospreciar inmediatamente a la persona que nos criticó. “Pues anda que tú…” “Qué sabrá ella si es…” “Mira quién fue a hablar...” y así siempre. Qué grave error no pararnos a pensar qué cantidad de verdad puede haber en esa crítica.

Ser amable significa SER DIGNO DE SER AMADO. ¿Lo sabían? Figúrense. Es contundente. Es precioso que le digan a uno “usted es amable” porque significa: usted es digno de ser amado. ¡Guau! Pero esto pocas personas lo saben. Decimos amables y usamos sinónimos de la palabra amable: agradable, servicial, gentil, afable, etc.

En la atención al cliente la amabilidad es fundamental. Pero, OJO, si no la practicamos en el entorno normal de nuestra vida, será muy difícil que la pongamos en práctica en nuestro entorno profesional. Si no le decimos a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros padres por la mañana un sencillo “buenos días”, no se lo diremos al conductor del autobús, al portero del edificio, o al compañero de trabajo. Y nos costará Dios y ayuda decírselo a los clientes. Un “hola” no es un saludo amable. Es un hola, sin más. Agradable, si, pero incompleto.

Luego está la versión de “si el jefe no dice buenos días, yo no lo voy a decir” “Si la vecina no saluda, yo no saludo”, “si el conductor del autobús es antipático, no me molesto en saludar”. Etc. Etc.
Romperíamos todas las barreras si empezásemos nosotros a saludar sin esperar saludos de nadie. No es ciencia ficción, funciona. Solo hemos de ser pacientes y ver como tarde o temprano los muros caen. Siempre digo que con que uno  de los que no lo hacían habitualmente salude, ya se habrá ganado la batalla.

Empecemos nuestra lección de amabilidad saludando. Quedan muchas más acciones, que la expresión “ser amables” trae consigo, pero de esas hablamos en otras entradas. Pongamos en práctica esta primera y veamos los resultados. Vamos a conseguir ser dignos de ser amados. ¿No es un OBJETIVO magnífico?






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