¡Hola!
En anteriores entradas he
descrito los dos primeros pasos que hay que dar en el mundo de la amabilidad:
SALUDAR y HABLAR BIEN. Espero que lo pongan en práctica cada día para que
comprueben su utilidad y su recompensa.
Como tercer verbo complementario
de la amabilidad traigo hoy a mi blog el verbo AYUDAR. Este verbo por si solo
tiene múltiples acepciones (asistir, socorrer, sostener, apoyar, favorecer,
etc.) pero dirigido a la amabilidad solo una: prestar cooperación.
Quien crea que caminando solo va
a llegar a alguna parte, está muy equivocado. Quien se crea autosuficiente se
miente a sí mismo de forma escandalosa y alguien debería sacarlo de su error.
Resulta que todos nos necesitamos. Entre otras cosas porque somos imperfectos,
pero entre otras cosas también porque cada uno de nosotros dispone de algo
único y especial que ayuda a complementar las imperfecciones de otros.
Me explico mejor. Yo soy terrible
en matemáticas. Odio los números. Me duele la cabeza si he de hacer alguna
cuenta por pequeña que sea y necesito que alguien me ayude con eso. Pero
necesito de alguien que amablemente me ayude. Si ha de venir el sabio de turno,
el cerebrito que todo lo sabe pero que a la hora de explicarlo es un negado e
incluso sus modales dejan que desear porque su falta de paciencia es notoria,
nunca me ayudará. Su amabilidad debe consistir en querer ayudarme de verdad y
para ello encontrar la forma mejor de hacerlo. Y de prestado. Esto es
importante. Si se ayuda a alguien ha de ser gratuitamente. Sino no puede
considerarse ayuda. Y yo puedo echarle un cable a él en alguna otra cosa de la
que él carezca. Quid pro quo.
En el mundo laboral, esto de
ayudarse, lo de de cooperar y prestar
cooperación está en horas bajas. Justo cuando más necesario es. Con esta
situación de marejada que existe en cada trabajo, donde no sabes cuánto tiempo
vas a durar y si está en tus manos o no el permanecer, sería de extraordinaria
ayuda el que nos ayudáramos los unos a los otros. Valga y disculpen, la
redundancia. No hablo de trabajo en equipo. Esto es otra cosa. Hablo de
tendernos la mano, de echarnos una mano para mejorar nuestro día a día. Para
poder decir, no sé de números, pero tengo un compañero que me ayuda si me
atasco.
En el mundo de la atención al
cliente, el ayudarse mutuamente es fundamental. Por el bien del cliente. Y por el nuestro también.
Podría darles infinidad de ejemplos donde las zancadillas están a la
orden del día. Donde el “que se espabile” es el aire de la oficina. Donde el
“no sé” campa a sus anchas por todas partes. Donde las excusas, tipo “no es mi
departamento”, “no me pagan para esto” o “el jefe lo quiere así y no hay más
que hablar” son el pan nuestro de cada día.
Ahora pónganse en el lugar del
cliente. No, mejor aún, ustedes son los clientes. Usted, está en una tienda
buscando un objeto de regalo para un ser querido. Varios empleados/das pululan
por la tienda y ninguno en concreto se
dirige a usted. Finalmente llama a alguno de ellos y éste se le acerca. ¿Qué
desea? Necesitaría esto. Uf! perdone, no
es mi departamento y no conozco muy bien las medidas, los pesos o los precios.
(Elijan) Espere que llame a mi compañero. Y automáticamente el tío desaparece.
El compañero viene y dice, es que éste no se entera de nada. Le atiende más o
menos bien a usted y usted compra o no el objeto.
¿Ha visto la cadena de errores
que se han cometido? En otra entrada describiré uno por uno, en ésta les quiero
hacer pensar en ese muchacho que se acerca al cliente. Por temor a meter la
pata llama a alguien que resuelva la situación. Y por temor a recibir alguna
represalia del compañero hace mutis por el foro. ¿Quién ha salido perjudicado?
Indudablemente, el cliente. Pero entre ellos no se han ayudado. No se han
prestado la colaboración necesaria para saber hacer bien su trabajo y dejar
satisfecho al cliente. Yo te enseño a ti y tú me enseñas a mí.
Ayudémonos, prestemos esa
cooperación tan necesaria en todos los ámbitos de la vida. Todos saldremos
ganado. Los que enseñen porque se sentirán realizados, los que aprendan porque
se sentirán más seguros. Los que crean que van bien solos, que miren a su
alrededor. Todos somos clientes de todos. Todos nos necesitamos. Todos debemos
ayudarnos. De forma amable y generosa. Y no me digan que muchas veces se pierde
la paciencia, porque enseñas una y otra vez y no hay manera. En vez de pensar:
¡Qué torpe es el pobre! Piensa, ¿qué estoy haciendo yo mal para que él no
aprenda?
Gracias por su amabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario