jueves, 26 de mayo de 2016

Y para muestra un botón


En realidad les traigo varias muestras, varios botones.

Se acercaba la comunión de un sobrino. Me era urgente comprar un modelito para la ocasión y allá que me lanzo a la aventura de encontrar esa prenda que se ajuste en todo a mis deseos: que me favorezca al máximo y que no sea cara.
Mi periplo por diversas tiendas va llenando de capítulos esa enciclopedia de la que les hablé la semana pasada sobre “cosas que no deben hacerse en la atención al cliente”. 
Lean, si son tan amables:

Primer botón. En una de esas tiendas la dependienta nos recibe comiendo un yogur. Así. ¿Creen ustedes que se disculpó, lo dejó inmediatamente y se puso a atendernos? En absoluto. Continúo devorando el yogur hasta que se lo despachó a gusto. Todito. Todo.
Mientras engullía el lácteo, miré por entre los modelos, con toda la libertad del mundo ya que ella no estaba por la labor de echarme un mano. Ni buenas tardes, ni qué desea, ni qué busca… NADA!! Me  probé un par de modelos y con un desagradable tono de voz me dijo que no tenía más talla. Uf! Salí de allí a toda mecha.

Segundo  botón. Se había hecho tarde. Casi la hora de cierre de los comercios, pero me detuve en uno que todavía estaba abierto. Le muestro el objeto de mi deseo, me da una talla que no es la mía y cuando después de probármela le pido mi talla, pone un sinfín de excusas sobre esto y lo otro hasta que me dice que el maniquí del escaparate es el que lleva mi talla. Y se queda ahí. Yo insisto: pues quíteselo al maniquí… reacciona con mala cara y va  a por él. Las caras de las dependientas (había dos) eran de cansancio, comprensible por otra parte, pero no excusan la mala atención, el vestido no era barato y yo quería comprarlo. Necesitaba un pequeño arreglo. Les pregunto si pueden arreglármelo, ojo, lo pregunté yo, no me ofrecieron el servicio de arreglo, y al decirme que si, añade un sonoro: pero…. Ay! Madre.- pensé. No se avecina nada bueno. Y efectivamente, me suelta a bocajarro: tendrá que esperar porque es época de comuniones y la modista está hasta arriba de trabajo.

Tercer botón. Una zapatería. Un par de zapatitos, señorita por favor, ¿de ese modelo tienen el número X? No, solo queda del nº Y. Señorita por favor ¿y de ese otro modelo? Tampoco. Y se metió en la trastienda. ¡Como lo leen!

Lo lamento pero así NO se atiende a un cliente. Así NO se trata a un cliente y así NO se vende nada.

Hay que saludar a la llegada de un cliente, agradeciendo con gestos, miradas o palabras que el cliente escogió nuestro establecimiento entre MILES de tiendas de la ciudad.
No hay que COMER delante del cliente.

El cliente número treinta o número trescientos del día, es tan IMPORTANTE como el primero que llegó a primera hora de la mañana o de la tarde.
Las EXCUSAS no le sirven al cliente. Si tu modista no da abasto, contrata más modistas para esos días extraordinarios y si eso no es posible, limítate a informar al cliente de cuándo estará lista la ropa pero no le expliques el porqué. Al cliente no le interesa en absoluto tu excusa.
Tu tienda cerrará en breve si cuando te preguntan por una cosa, contestas sí o no y DESAPARECES. O puede que tu tienda no, pero tú tengas que buscar trabajo pronto.

Sigan sin entender de qué va la película y arriesguen sus negocios por no formar bien a su personal. Ustedes mismos.





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