En realidad les traigo varias muestras, varios botones.
Se acercaba la comunión de un
sobrino. Me era urgente comprar un modelito para la ocasión y allá que me lanzo
a la aventura de encontrar esa prenda que se ajuste en todo a mis deseos: que
me favorezca al máximo y que no sea cara.
Mi periplo por diversas tiendas va llenando de capítulos esa
enciclopedia de la que les hablé la semana pasada sobre “cosas que no deben
hacerse en la atención al cliente”.
Lean, si son tan amables:
Primer botón. En una de esas
tiendas la dependienta nos recibe comiendo un yogur. Así. ¿Creen ustedes que
se disculpó, lo dejó inmediatamente y se puso a atendernos? En absoluto.
Continúo devorando el yogur hasta que se lo despachó a gusto. Todito. Todo.
Mientras engullía el lácteo, miré
por entre los modelos, con toda la libertad del mundo ya que ella no estaba por
la labor de echarme un mano. Ni buenas tardes, ni qué desea, ni qué busca…
NADA!! Me probé un par de modelos y con
un desagradable tono de voz me dijo que no tenía más talla. Uf! Salí de allí a
toda mecha.
Segundo botón. Se había hecho tarde. Casi la hora de
cierre de los comercios, pero me detuve en uno que todavía estaba abierto. Le
muestro el objeto de mi deseo, me da una talla que no es la mía y cuando
después de probármela le pido mi talla, pone un sinfín de excusas sobre esto y
lo otro hasta que me dice que el maniquí del escaparate es el que lleva mi
talla. Y se queda ahí. Yo insisto: pues quíteselo al maniquí… reacciona con
mala cara y va a por él. Las caras de
las dependientas (había dos) eran de cansancio, comprensible por otra parte,
pero no excusan la mala atención, el vestido no era barato y yo quería
comprarlo. Necesitaba un pequeño arreglo. Les pregunto si pueden arreglármelo,
ojo, lo pregunté yo, no me ofrecieron el servicio de arreglo, y al decirme que si, añade un sonoro:
pero…. Ay! Madre.- pensé. No se avecina nada bueno. Y efectivamente, me suelta
a bocajarro: tendrá que esperar porque es época de comuniones y la modista
está hasta arriba de trabajo.
Tercer botón. Una zapatería. Un
par de zapatitos, señorita por favor, ¿de ese modelo tienen el número X? No,
solo queda del nº Y. Señorita por favor ¿y de ese otro modelo? Tampoco. Y se
metió en la trastienda. ¡Como lo leen!
Lo lamento pero así NO se atiende
a un cliente. Así NO se trata a un cliente y así NO se vende nada.
Hay que saludar a la llegada de
un cliente, agradeciendo con gestos, miradas o palabras que el cliente escogió
nuestro establecimiento entre MILES de tiendas de la ciudad.
No hay que COMER delante del
cliente.
El cliente número treinta o
número trescientos del día, es tan IMPORTANTE como el primero que llegó a
primera hora de la mañana o de la tarde.
Las EXCUSAS no le sirven al
cliente. Si tu modista no da abasto, contrata más modistas para esos días
extraordinarios y si eso no es posible, limítate a informar al cliente de
cuándo estará lista la ropa pero no le expliques el porqué. Al cliente no le
interesa en absoluto tu excusa.
Tu tienda cerrará en breve si
cuando te preguntan por una cosa, contestas sí o no y DESAPARECES. O puede que
tu tienda no, pero tú tengas que buscar trabajo pronto.
Sigan sin entender de qué va la
película y arriesguen sus negocios por no formar bien a su personal. Ustedes
mismos.