Empezamos bien el año.
Creía que
podría escribir una entrada optimista e ilusionante con nuevos aires de cambio o
con nuevas energías renovadas, pero mi gozo en un pozo.
Los Reyes Magos me
encontraron en un restaurante de un gran centro comercial de compras con unos
amigos.
Decidimos ir a cenar. Escogimos
un restaurante pizzería muy acogedor frente al lago… Al entrar NADIE nos
saludó. Primer síntoma de que aquello no pintaba bien. Nada más entrar se veía
el horno de pizzas y los pizzeros se afanaban en preparar las comandas, pero NO
VEÍAN nada más.
Por fin aparece alguien y nos
instala en una mesa para cuatro. Nos ofrece las cartas, sin un "Buenas noches
señores, les apetece algo mientras deciden …" o algo así. NADA. Nos deja las
cartas encima de la mesa, y oye, pues ya se van apañando ustedes.
Decididos los platos y las
bebidas nos sirven después de un rato y oiga, ni " buen provecho, ni que les
guste", ni NADA de NADA.
Uno de nosotros pidió un plato
muy apetecible, según la foto, sin saber
que ese plato era picante. Apenas lo tocó y le dice a la camarera que no puede
comerlo porque está súper picante. Respuesta de la amable camarera: “Pero es lo
que usted ha pedido, “a la putanesca” significa picante”. Que traducido al
lenguaje normal y por su expresión vino a decir: ¿Es usted tonto? Después de
esa bonita respuesta sugirió el cambio de plato, que el comensal rechazó.
Llegando al final de la cena nos
preguntan si queremos café y preguntamos
si tenían infusiones. Y otra vez nos miran como si viniésemos de otro planeta y
nos contesta, esta vez la maître: ¡!señor los cafés son también infusiones!!
Otra vez tratando al cliente de idiota. Ya estábamos a punto de decirles algo y
como hacía frío fuera, cambiamos de planes y en vez de ir a tomar una copa a
otro lugar decidimos quedarnos allí un ratito más y tomar esa copa. Mala
decisión. Pedimos un gintónic! Hoy en día hay muchas maneras de servir un
gintónic. Desde las más sofisticadas a las más sencillas, pero ¡Ay! la única
forma de no servirlo es como lo hicieron allí: en una copa de vino, unos
hielos, una solitaria rajita de limón y la tónica. ¡Y encima nos lo trajeron ya
servido! Cuando nos quejamos a la maître del despropósito, la señora no se disculpó, sino
que enfadada, dijo que no era eso lo que ella había pedido a la barra. (¿?) Al
cabo de un rato volvió con un vaso grande, y sirvió delante del cliente la
ginebra y la tónica. Aún así, que quieren que les diga, por el “módico” precio
de 6, 70€ del ala que nos cobraron por el gintocnic, podían haber comprado unas
copas, nada, media docenita no más, y por lo menos servir con algo más de
glamour un simple y triste gintónic.
Fui a preguntar dónde estaban los
baños. Una mal encarada muchacha que despachaba en la barra del bar farfulla
una respuesta, que por supuesto no entendí, y le pregunto de nuevo. Levanta el
brazo en plan estatua de Colón y me dice detrás del horno de pizzas a la
izquierda. De nuevo, !venga!! no moleste, búsquese la vida! Por cierto, el local
estaba caldeado pero en los baños hacía un frío polar ! Había que ir con
abrigo! No exagero.
Y para rematar la tortura, cuando
nos fuimos NADIE nos dijo adiós, gracias, vuelvan cuando quieran. Cosa que por otra parte y visto lo visto ya esperábamos que sucediera así.
¿He de enumerar los errores
cometidos?
Ese personal necesitaba
urgentemente un curso de atención al cliente, con las técnicas básicas de una
buena atención. No volveré por allí. Y lo sentiré en parte, porque la lasagna
que me comí y las pizza que compartimos estaban riquísimas!