jueves, 1 de junio de 2017

Por esos mundos de Dios

Salíamos de viaje. 
A las dos horas de conducción decidimos parar y estirar las piernas. Un cruce de carreteras y un  “Hostal da igual el nombre”  en el lugar idóneo para tomar un bocadillo y un refresco. Otra experiencia nefasta.

En el local dos clientes en la barra y dos motoristas en una mesita de las muchas que había en el establecimiento, un sitio, por otra parte, limpio y correcto. Detrás de la barra un chico de unos treinta años, alto, con sendos pendientes de aro, uno en cada oreja y una cara de “Que asco de vida, no quiero estar aquí”.  Y así se comportó.

No hubo un “buenos días”, ni un “bienvenidos”, ni un “hola”. No hubo una sonrisa, ni un amago de “encantado de servirles”. Y así fue cometiendo un desatino tras otro en el servicio y la atención al cliente.  
Les cuento:
Nosotros.- ¡Por favor podría ponernos dos cortados, el uno con sacarina y leche sin espuma y el otro normal y un café con leche.
Él.- …………
Nosotros.-¿Podría poner también un bocadillo de tortilla de patata y otro de tortilla francesa?
Él.- Solo hay tortilla de calabacín y de chorizo, no francesa. (Con cara de pocos amigos)
Nosotros.- Bien, pues una de calabacín. Gracias.
El “simpatiquísimo camarero” nos trajo: tres cortados!!!. Y dos bocadillos. Ambos con las tortilllas frías. Naturalmente, se le llamó la atención:
Nosotros.- Disculpe la tortilla está fría.
Él.- ¿Qué está fría? La he calentado en el microondas.( Con cara de mala leche)
Nosotros: Usted la habrá calentado en el microondas, pero está fría.
Se lleva el plato, lo devuelve caliente. Por supuesto sin una ligera disculpa. Y se pone a mirar su móvil.

Ni vio, ni saludó, ni oyó, ni escuchó, ni sonrió, ni sirvió, ni atendió, ni nada de nada. Fue una tortura ser atendidos por ese señor.
El final de la historia pueden imaginarlo, no dijo ni adiós, por supuesto.

Pero sepan que la culpa no es toda suya. Primero, ese muchacho es infeliz y no debería estar ahí. Segundo, si está ahí, los dueños del hostal deberían aleccionarle en las cuatro cosas básicas que hay que saber y si ellos no pueden inculcárselas, deben hacer que alguien forme a esa persona. El negocio se lo agradecerá.

Durante la media hora que estuvimos no entró nadie más. Yo sabía por qué. Ahora ustedes también. Pero ellos le echarán la culpa a la crisis. 
La falta de entusiasmo en un trabajo es una losa para su éxito.