miércoles, 5 de junio de 2019

El poder de las palabras


Últimamente caen en mis manos muchos escritos sobre el poder de las palabras. Palabras que uno debe decirse para aumentar la autoestima, para infundirse valor  al afrontar un reto, para perdonarse si se ha cometido un error. Y todas esas palabras son poderosas y hermosas y seguramente, si se dicen con convicción, cumplirán su cometido.

Yo quiero ir un poco más allá y me gustaría dar valor y poder a esas palabras que debemos decirnos los unos a los otros y que también sirven para cumplir objetivos ciertamente loables. Palabras tan sencillas como: “Buenos días” y “Buenas tardes” para saludarnos. Un “¿Qué tal estás”?  para interesarnos, un “ ¡qué guapa estás con tu nuevo peinado!”, para animarnos, etc.

Todas las palabras bonitas levantan el ánimo.

Todas las personas dedicadas a atender a los clientes deberían usarlas como parte de su profesionalidad.

En la atención al cliente se han dejado de usar muchas expresiones amables pensando que están desfasadas, son clasistas o suenan mal.

Sepan, que los clientes las reciben como un bálsamo. Si las escuchan, no se sienten invisibles. Si les animan, compran más y mejor. Si las recuerdan, se convierten en clientes asiduos para siempre. Sea el establecimiento de la clase que sea.

Los responsables de empresas deberían enseñar a sus empleados, estén o no de cara al cliente, a usarlas. Las personas dedicadas a atender a los clientes deberían aprenderlas.

Es justo. Es educado. Es necesario y beneficioso para todos.

El trato amable a través de palabras amables es un arte que enriquece al que las dice y al que las recibe.

Digámoslas.