La calidad, esa palabra con la
que muchos se llenan la boca en discursos grandilocuentes de excelencia; ese
vocablo que abarca cualquier cosa, pues nadie sabe definirla con exactitud; ese término que
usan a lo loco muchos de los que no tienen ni idea de lo que es; esa expresión,
calidad, es un mundo maravilloso que si se conoce puede hacernos felices. De
mil maneras.
Un sello de calidad, es una
marca. Un distintivo que se gana a base de esfuerzo y trabajo. Si pagas por él
pierde un poco su valor, pero solo un poco, porque si realmente no has hecho el
esfuerzo tarde o temprano los defectos salen a la luz y te estrellas
estrepitosamente.
La calidad es un círculo. Una
rueda que no se detiene. Todos los eslabones deben estar bien engrasados para
funcionar con precisión y eficacia. Si uno se rompe, hay que reponerlo de
inmediato para no romper el círculo.
La calidad es la perfección. Y
como tal, no existe completamente, con lo cual hemos de trabajarla, pulirla y
conseguirla cada día, minuto a minuto, sin bajar la guardia.
La calidad de una persona se
define por sus actos. Juzguen ustedes según sus convicciones a los demás a ver a
quién o a quienes le otorgan el sello de “personas de calidad”. De igual modo, ustedes juzgan la calidad de un servicio, según sus convicciones,
gustos, necesidades, opiniones, sentimientos, etc. Y esta última es la calidad
que un buen servicio de atención al cliente debe perseguir y conseguir. Es
decir: dar gusto a todos y en todo momento. Tarea titánica donde las haya. Pero
en el intento está la pasión, la verdadera motivación de una empresa que se
dedique a vender sus productos y/o servicios a la gente.
Y en el centro de esa calidad de
servicio se encuentra la atención al cliente. Es un eslabón más dentro de la
rueda, uno más, uno de los más importantes, si no el más importante. Y toda la
rueda debería estar concebida para que es eslabón reluciera por entre los
demás.
Para ayudar a sacarle ese brillo,
una parte vital es que las personas responsables de su uso tuvieran todas las
herramientas necesarias para hacerlo. Una de estas herramientas es la
formación. La formación en atención al cliente. No solo es necesaria para darle
brillo y esplendor a ese eslabón, es necesaria sobre todo porque esa formación
transmite valores importantísimos. Valores como el respeto, la educación, la
asertividad, la empatía y otros muchos más que nos ayudan a todos a ser mejores
personas. A ser personas de calidad.
Imaginen pues su importancia.
Reflexionen sobre esa necesidad.