No puedo soportar los malos modos. Vengan de donde
vengan. No me entra en la cabeza que se pueda ser maleducado gratuitamente.
Porque sí. En principio no se debe ser maleducado pero sin motivo alguno, aún
menos.
Existe un pecado capital en la
atención al cliente que es la
prepotencia, el tratar al cliente como si éste fuera la persona más idiota
de la tierra.
- ¿No le estoy diciendo que ya no tenemos esa dirección de e-mail?.
- Tiene que enviar los documentos por internet.
- Oiga, no damos cita por teléfono, tiene que ir a personalmente a la oficina.
- A ver señora, que no es aquí donde tiene que llamar.
Y así una y otra vez. Un día y
otro día. Todo esto y mucho más, dicho de una forma altanera, con un tono
amargado y feroz, como si la persona que le atiende estuviera enfadada con el
mundo y ese enfado lo pagara contigo, pobre ignorante que no sabe qué demonios
tiene que hacer cuando está todo tan clarito. Hombre!
Lo siento. Este trato, que tacharía
de inhumano, me parece lo más deleznable que entre personas puede existir.
Todos somos clientes, todos somos
personas. ¿Porqué no nos concienciamos de una vez que solo el afecto, la buena
educación y el respeto hacen más habitable este mundo, ya de por sí bastante
inhóspito?
Pido un poco de cordura.
Pido no ser agredida verbalmente
por el solo hecho de desconocer un protocolo. Por no saber la respuesta. Por
tener que llamar a Atención al Cliente de una empresa porque un problema ha sobrepasado
mi sabiduría o mis cortas entendederas.
¿Para qué está el departamento de
atención al cliente entonces?
Harta del mundo al revés.
¿Alguien sabe qué existen cursos
de formación en la atención al cliente que deberían de impartirse de inmediato
por la geografía de este país?
Porque para mi estupor fui agredida telefónicamente por la persona de atención al cliente del organismo
nacional que bonifica a las empresas por impartir formación. Inaudito.
Como les dije, el mundo al revés.
Necesitamos reflexionar.